A quien pueda interesar,
La presente es una carta abierta, ya que no sé exactamente a
quién dirigirme para hacer la devolución que hoy me ocupa. De existir un lugar
para este tipo de "Objetos Perdidos" probablemente intentaría iniciar mi gestión allí, pero
creo que lo que intento devolver no está clasificado exactamente como un "objeto". Y aunque así fuera, pienso que quien lo abandonó a su suerte hace ya
tantos años delante de mi casa no debe estar particularmente preocupado por recuperarlo. Todo lo
contrario: este es el tipo de cosas que mientras más lejos las tengas, mejor
estás.
Pero divago. Intentaré ceñirme estrictamente al tema de la
devolución en cuestión, que es lo que me interesa.
A lo largo de aproximadamente unas tres décadas -año arriba, año abajo- he sido responsable del cuidado y manutención de un extraño animal cuyo nombre auténtico no conocía, pero al que por lástima primero y por costumbre después
comencé a llamar "Amor".
Yo no lo busqué y sinceramente no sé si él me buscó a
mí. Pienso que no. Pero tengo claro que él y mi adolescencia llegaron
prácticamente de la mano una mañana de marzo hace ya mucho tiempo y a partir de
ese día esta mascota involuntaria me ha acompañado en prácticamente cada paso
de mi vida. Ha sido el sonido triste de sus ronquidos el que me ha arrullado en
momentos de desconsuelo, el paso de sus patitas lentas el que me ha indicado
el camino a seguir cuando he tenido dudas y sus ojos saltones y llorosos los que
han sufrido conmigo todas las penas amorosas que he padecido desde que entré en
el juego de encontrar pareja. Ha sido una larga carrera juntos en la que hemos
vivido no pocas aventuras y despechos, pero, recientemente me di cuenta que nuestros
caminos se tienen que separar. En otras palabras menos poéticas, quiero
devolver al condenado bicho.
Probablemente se preguntarán cómo soy capaz de abandonar a
una criatura que me ha acompañado fielmente durante tanto tiempo y hasta habrá quien piense que soy una desalmada. Permítanme explicarme por favor. Las razones que me han llevado a tomar esta decisión son
varias, pero creo que la más contundente es que las costumbres y manías
de este animal sencillamente me sobrepasan. Este "Amor" no se parece en nada a mí; es celoso, inseguro, se dedica a hacer trastadas
por mi casa (muchas de ellas irreparables) y lo peor de todo, con los años ha terminado por adueñarse de mis reacciones y de
mi criterio. El vaho de su aliento de mascota cansada me nubla la vista y cuando se acerca para darme cariño no me achucha
¡me aprieta! lo que muchas veces me impide respirar con tranquilidad.
Le he llamado "Amor" durante mucho tiempo porque así lo he
querido, en un intento vano de creer que es el nombre que le corresponde. Pero sus costumbres de fiera triste y desconfiada y esos colmillos largos que saca de vez en cuando poco o nada tienen que ver
con el noble sentimiento que me inspiró a llamarlo así. De hecho, he investigado un poco y creo que
he reconocido en un libro de zoología a unas bestias muy parecidas a él que
pertenecen a una especie
peligrosísima llamada "apegos". Por lo que he leído son bichos de aspecto engañosamente inofensivo a los que hay tratar con sumo cuidado, porque no reconocen amo alguno y en situaciones de crisis son capaces de pegar un zarpazo sin más, especialmente en zonas sensibles como el corazón o la yugular misma. Si esto es así, no puedo seguir compartiendo
mi casa con un animal que en cualquier momento puede perder el control y
atacarme. ¡Es lo que me faltaba!. Así que con cierta tristeza pero también con mucha seguridad de que lo que estoy haciendo es lo mejor, dejo libre a esta mascota eterna que pensé se quedaría tumbada vigilante al
pie de mi cama hasta el fin de mis días.
Dejarlo ir no es sencillo. Es complicado asumir que he sufrido
por gusto cuidando de él durante todo este tiempo y aceptar que lo que yo llamaba "Amor" resultó ser
un vulgar "apego". De vez en cuando seguramente me dará mono y saldré a
buscarle por la calle o puede que el puñetero sepa el camino de regreso a casa
y se instale pacientemente en el jardín, esperando a que yo dé un paso en falso y vuelva a necesitar su abrazo asfixiante… Pero sí espero tener la fuerza de voluntad suficiente para verlo de lejos nada más, y no acomodarlo
otra vez en mi habitación, ni hacerle caso a sus ruiditos de mamífero lastimero o caer en la trampa de sus ojos llorones. Lo mío con este jodido "apego" se terminó
y toca escribir la siguiente página buscando un "Amor" de los de verdad, de esos que he leído se alimentan de confianza y pueden andar sueltos por casa o hasta irse a dar un paseo solos sin generar destrozos o romper corazones.
Así que, expuesta esta historia que espero no haya resultado
excesivamente dramática (es uno de los efectos nocivos que genera esta
criatura: todo lo que toca adquiere un tinte lacrimógeno enseguida) hago entrega oficial de este particular ejemplar a la comunidad para quien considere que es un placer gozar de su compañía. Me consta que muchos de mis vecinos sienten auténtica pasión por la crianza de animales peligrosos y puede que pronto consiga un nuevo hogar con alguno de ellos. Lo devuelvo a la calle y al mundo para que corra, salte y
encuentre otros corazones trastornados con los que jugar y que le alimenten. Porque yo, muy señores míos,
estaré ocupada a partir de este momento buscando un ejemplar de "Amor" auténtico y con certificado de pedigree, que le
haga honor al nombre que por tantos años llevó sin merecer el puñetero "apego" que tan injustamente entretenida me ha tenido.